domingo, 25 de noviembre de 2012

#Capitulo 3

Andy quería estar seguro de que mis huesos y mis heridas estuvieran bien repuestos. Y cada día que pasaba, más se me encajaba la pequeña astillita de la curiosidad. Después del relato que narró en el hospital, no pasaba ni un solo día en el que no se lo preguntara. No me cansaba de oír lo maravilloso que era ese sentimiento. Entre más me lo contaba más quería “hacer el amor”.

Por algunos días batallé un poco para poder volver a escribir y leer. Andy, como todo un ángel, me enseñó lo básico y como él lo había dicho, había recordado varias cosas en los días anteriores, pequeñas regresiones. Recordé a la chica, mi mejor amiga, Valeria. Andy dijo que no buena idea volver a verla, la pondríamos en peligro y más aparte nos pondríamos en riesgo de que se enteraran en dónde estábamos situados.
Había pasado un mes entero después del accidente. Y la verdad me sentía como nueva. Quedaron algunas pequeñas cicatrices en partes de mi cuerpo. Mi pierna también había mejorado mucho y ya podía caminar e incluso correr.

Sobre el embarazo, todo iba bien, no había tenido ningún inconveniente aún, a pesar de los vómitos y mareos, nada fuera de lo normal, y Andy siempre estaba al pendiente de mí. Aún no se abultaba mi abdomen, tardaría unos cuantos meses más. La idea de ser madre a la temprana edad de 22 años, no me aterraba, pero nunca se me había pasado por la cabeza semejante cosa.

A decir verdad, toda mi vida había estado al pendiente de mis estudios y nada más. Ningún chico robaba mis sueños por las noches, ni mucho menos. Pero el que lo estaba siendo últimamente, era él. En éste mes, había estado observando a Andy, las cosas que hace y las que no.

Recopilando información, saber más acerca de ése magnífico ser que tenía a mi lado. Sabía que no dormía, podía volar, comía una vez a la semana, sabía hacer de comer, y le encantaban mis besos. Pero el problema es que yo no quería solo besos, estaba cansada de solo “excitarme” y después de ahí, nada.

Decía que todo a su tiempo, pero yo ya no aguantaba. Ahora era yo la que iba a romper mis propias reglas. Según lo que recuerdo, muy poco por cierto, no debo de tener relaciones hasta casarme. Pero, ¿para qué esperar? Sí, una vez estando en plena acción, no podrá decir que no.


-Andy, ¿qué haces? –Salí al jardín trasero yendo hacia donde estaba él. A su lado tenía una caja mediana color marrón caquis. Contenía muchas cosas de colores que me llamaron la atención. Estaba por sentarme a un lado de él cuando me tomó por la cintura y me sentó en sus piernas bien torneadas-.


-¿Qué pretendes hacer entonces? –Me besó rápidamente mientras se volvía hacia la caja y sacaba un pequeño juguetito de color rosa-.


-¿A qué te refieres? –Pregunté mirando su rostro que a simple vista se veía perfectamente hermoso-.


-Pensaste que, una vez estando en acción, yo no te negaría. ¿Qué tan segura estás de eso ______?


-Sé que no me negarías Andy. Yo lo sé –Él sonrió dulcemente y siguió inspeccionando la caja- ¿Qué tiene adentro?


-Son adornos que estaban en tu habitación, cuando eras pequeña –Eché un vistazo a la caja y tomé una pequeña figurita de cerámica. Era una muñequita- ¿Seguro que eran míos?


-¡Claro! ¿O acaso no has leído lo que dice la caja? –La volteó hacia mí-.


-Propiedad de _______ita –Las letras estaban un poco disparejas y deformes. Me imaginaba que lo había escrito de pequeña- Bien, sí son mis cosas.


-Lo vez. ¿Ya desayunaste? –Sentía su mirada penetrante puesta en mí, mientras yo seguía sosteniendo a figurilla de cerámica entre mis manos-.


-No, aún no –Muy apenas me había levantado, me di un baño y bajé en busca de mi ángel. Ni siquiera recordaba la comida. Lo primero que hacía todas las mañanas era eso. Despertar he ir tras de él. Se puso de pié y me echó encima de su hombro. Así me llevó hasta la cocina- ¡Bájame Andy! –Reí descontroladamente y él también lo hizo-.


-Sabía que no habías comido –Me bajó cuidadosamente y me sentó en una silla del pequeño comedor- Aquí tienes –Miré la enorme bandeja plateada, repleta de comida- ¿Quiere saber el menú del día señorita _______? –Yo solo asentí y sonreí enérgicamente- Bien, para comenzar, de entrada tenemos un cereal integral con pedacitos de plátano y chocolate –No sé de donde, pero sacó un botecito de chocolate líquido- o miel, si así lo prefiere. Para platillo principal: tenemos 2 rebanadas de pan tostado, con miel, mermelada o mantequilla al gusto. Llevando también un vaso de jugo natural de naranja. Si eso no se le antoja, lamentablemente no tenemos segundo platillo –Yo reí ante la narración de mesero que resultaba ser divertida- Bueno, pasemos a la mejor parte del menú… el postre. ¡Yomi! –Exclamó con una sonrisa en su rostro- Hay variedad de fruta si así lo quiere usted, tenemos mango, sandía, melón, jícama, manzana, naranja, mandarina, plátano, uvas verdes y rojas, y por último si usted lo desea, chile en polvo, solo chamoy o tal vez no quiera ninguno de los dos y se lo coma naturalmente.


-Vaya, al parecer no olvidaste nada –Dije sonriente-.


-Claro que no –Me robó un beso y se dirigió de nuevo al jardín- No tardo –Me decía ya estando afuera-.


Había estado pensando en el tiempo en que pasó todo esto. Realmente era un milagro tenerlo a él de compañía. ¿Habría ya pasado ésta historia antes? Esa duda también me comía viva cada vez que me lo preguntaba, pero, temerosa, no quería preguntarle nada. Sabía que él me estaba escuchando ahora.

La verdad, nunca creí en estas cosas, pensaba que la realidad era igual de aburrida que la “perfección” de las personas. Pero verdaderamente, no existía lo perfecto. Aunque había algo muy cercano a eso. Andy.

Los días pasaban volando, y yo seguía en esa casa. Y él, resguardando el lugar. Cada vez comía más y más, y eso comenzaba asustarme. Andy decía que era normal, pero aún tenía dudas. No me había explicado bien las cosas.

Aún quedaban pertenencias mías en mi “apartamento” anterior y Andy, cada vez que Valeria salía de allí, se metía a escondidas para poder tomarlas
, para que ésta no sospechara que Andy me tenía en su cuidado. Según él, Valeria se estaba volviendo loca. Fue a la comisaría y me reportó como desaparecida. Desde aquella vez en que salimos del hospital. Me dijo también que había miles de folletos en los postes con mi rostro. Estaba completamente perpleja. Creo que le importaba mucho a esa chica, mi mejor amiga.

Una vez, antes de que Valeria saliera del apartamento, su ángel protector se topó con Andy. Un tal Jinxx. Me platicaba que él era su mejor amigo desde hace años. Desde antes de que yo naciera, muchos años antes. Al parecer, él también estaba enamorado de Valeria, lamentablemente ésta chica tenía novio. Pero era demasiado reservado y tímido como para dejarse llevar ante sus emociones, todo lo contrario a Andy.

Desde mi día de desaparición en el hospital, cada noche que pasaba Valeria en vela ante la desesperación de no saber en dónde estoy, Jinxx hacía que se tranquilizara y pudiera conciliar el sueño. Pobre Valeria. Había dejado de ver a su novio por mi culpa.

Estaba anocheciendo y cada vez era más tarde. Subí a mi habitación y tomé una deliciosa ducha. Andy había salido por última vez hacia el apartamento, ya había traído mis pertenencias, solo faltaban pocas cosas. Aproveché algunos minutos para leer un libro de tantos que había traído Andy hace días. Decía que me encantaba leer. A orillas del río Piedra me senté y lloré. Obra de Paulo Coelho. La verdad que me gustó mucho el prefacio de la pequeña obra. Era varias recopilaciones de éste autor y comencé a leer esa obra.


-¿Cómo es posible que Pilar no se lo haya confesado? –Decía al seguir leyendo. Leí demasiado que no podía dejar de hacerlo, pero tenía que posponerlo para después. Los párpados me pesaban, y añoraban cerrarse. Bostecé y miré el reloj que estaba en el pequeño mueble del lado derecho de la cama. 10:32 p.m., habían pasado solo 30 minutos y ya tenía sueño. Me introducí dentro de las sábanas frías, deseando el dulce calor que se colaba en mi piel discretamente y el olor indescriptible de Andy. Vaya, lo necesitaba-.



Volví a despertar del mismo sueño que había tenido ya hace tiempo atrás, esa pequeña discusión entre dos hombres y que uno de ellos la abandonaba repentinamente. Sentí los unos brazos rodear mi cintura. Andy estaba aquí. Me volví para sí y el me miraba tiernamente, a pesar de que la obscuridad invadía la habitación, una pequeña lucecita que procedía de la enorme luna llena, se colaba en la alcoba, iluminando algunos rasgos de su rostro. En verdad era un ángel. Ninguno de los dos articuló ninguna palabra, solo nuestras respiraciones retumbaban en mi cabeza, esperando el tan deseoso beso que no me había dado en todo el día.

Él solo sonrió al escuchar mis pensamientos- Lo siento –Susurró quedamente. Se acercó lentamente a mi rostro y conforme más tardaba en hacerlo, más me desesperaba. “No pienses nada, no pienses nada”, me decía a mí misma, no quería que él se enterara de lo que se me había venido a la cabeza en ese momento-.

Nuestros labios se fundieron en un dulce beso, haciendo que me corazón pegara un salto desbocado dentro de mi pecho. Rodeé su cuello en mis brazos, recordando rápidamente lo que había pasado antes, mi torpeza había hecho lastimarme, pero ahora, me sentía genial. Acaricié lentamente su cabello, sedoso como siempre y enredé mis dedos en él.

El beso que antes era dulce y tierno, se había tornado de manera rápida, en desesperado. Sabía que éste día sería, lo sabía. Nos separamos un poco, por falta de aire, para luego volver a besarnos, no me importaba el aire, solo quería seguir besándolo para siempre y a decir verdad, no podía vivir sin sus besos, no podía. Él fue ganado terreno de poco a poco y se montó encima de mí.

No sabía si era correcto pero, dejé llevarme por mis impulsos y rodeé sus tan fornidas caderas con mis piernas. Él emitió un pequeño sonido entre besos y se separó unos cuantos centímetros de mi boca- No deberíamos de hacer esto _______ -Susurró. A mí no me importaba que era correcto o no en ese momento. Solo tenía mentalidad para pensar en una cosa, y Andy sabía que no podría quitármelo tan fácilmente-.

Lo besé nuevamente sin importarme lo que había musitado. Era mi oportunidad, y sabía que también lo era para él. Aunque una y mil veces lo negara, sabía que él no podía resistirse. Agradecida estaba porque ése día hiciera un calor de infierno y que yo me haya puesto solo un camisón y un pequeño bóxer. Sería más fácil desnudarme ante sus ojos. 

-_______, por favor, no me hagas esto –Saqué por completo su camiseta. Imploraba que no lo hiciera, pero no pensaba en otra cosa. A veces me sentía tan mal, cuando él sabía que esto no era correcto, yo también lo sabía. No quería que él se arrepintiera de nada, pero yo sólo por capricho y curiosidad, no podía evitarlo. Era de esperarse que si los dos caíamos en las red
es de la pasión, al siguiente día me sentiría como una niña caprichosa a la cuál le habían entregado lo que quería sin más. Me daría topes en la cabeza contra la pared. No quería razonar nada, quería dejarme llevar por mis deseos, por mis pensamientos que me comían viva, sobre todo ese sentimiento tan deseado mío-.

Entre tantos besos y caricias… Lo dejé en ése bóxer, solo noté que era negro y también contenía dentro, una gran erección. Lo alejé un poco y apresuradamente tomé los bordes inferiores del camisón que traía puesto. Los tomé fuerte y los jalé hacia arriba, quitándomelo completamente. Lo aventé a algún lugar de la habitación y miré como Andy cerraba los ojos y soltó un leve gemido entre dientes- ¿Qué pasa? –Pregunté muy bajo- Te lo repito _______, no me hagas esto -¡Basta de suplicas! Refunfuñé en mi mente. No tenía por qué hablar, sabía que él me escucharía. Alcé mis manos y lo tomé de la nuca, haciendo que se volviese de nuevo hacia mí y me besara.

Mis pechos estaban fuera y mientras me pegaba más a Andy, éste gemía mientras sentía el roce. De pronto, maldijo en voz baja y me apretó más a él. Me besó salvajemente, como nunca antes lo había hecho. Aproveché el momento y metí mis dos dedos pulgares del pie, dentro de su bóxer, así lo bajé rápidamente hasta sus rodillas, se despegó de mí bruscamente y acabó por sacárselo él mismo, acto seguido por quitarme el mío de pilón.

Estábamos completamente desnudos los dos. Posé mis manos a los costados y él, antes de volver a acercarse a mí, me abrió las piernas. Se volvió para besarme salvajemente de nuevo. No pensaba que al estar en éste plano, sentiría un poco de miedo y ansiedad a la vez. Creo que no era como lo había pensado. Sentía cómo mi piel se erizaba, de pies a cabeza. Tocaba mis piernas una y otra vez, lentamente. Y no me di cuenta hasta que, no sé realmente si lo hizo por accidente o por ser intencional, tocó mi feminidad lentamente. El tacto de sus enormes dedos en esa parte de mí, hizo retorcerme un poco hacia atrás. Con tan solo eso, sentí como me calentaba rápidamente. Él sonrió.

Cerré mis ojos fuertemente al sentir unos de sus dedos integrarse en mí lentamente. Apreté mis labios, pero era inevitable. Solté un pequeño gemido. Me siguió besando y yo sentía que ya no podía más, me despegué de él un poco pero introdujo un dedo más y el gemido fue un poco más fuerte que el anterior- ¡Maldición! –Apreté más los ojos y él sacó rápidamente los dedos de mí- ¿Estás bien? –Los abrí inmediatamente y me di cuenta de que me miraba angustiado- Nadie dijo que dejaras de hacer lo tuyo.

Sin más que decir, negó con la cabeza y con un movimiento rápido volvió a introducir los dos dedos en mí. ¡Hay Dios! Cada vez sentía más mojada mi feminidad, sentía que estallaría por completo si no me penetraba en ese momento- Así estás perfecta –Sacó rápidamente los dedos y se posó entre mis piernas. Había llegado el momento tan esperado por mí. Sentí su miembro rozar mi feminidad, con solo sentir un pequeño roce me volvía loca.

Se acercó a mí y me susurró al oído- No tengas miedo _______, quiero que te desplayes completamente, que grites lo que quieras, patalees o me arañes, no importa. Y, perdóname pero, no me detendré –Depositó un beso tierno en mi boca y apenas volví a enrollar mis piernas en su cadera, cuando sentí un dolor enorme. Con todas las fuerzas que había en mí, salió un gran grito de mis labios. Esperó unos cuantos segundos y comenzó a ir lento. Movía sus caderas en un vaivén. Cada vez las envestidas eran mayores, más fuertes que las anteriores. Haciendo que gritara aún más que la anterior.

Me aferré más a él. Mis manos llegaron hasta su espalda y no lo pensé dos veces. Lo apreté con todas las fuerzas de mi alma. Arañaba su espalda y a veces mordía levemente sus hombros. Mi cuerpo temblaba descontroladamente. Y los dos gemíamos sin control. Estaba feliz, completamente feliz. Él tenía tanta razón, es maravilloso, lo mejor que hay en ésta tierra. Seguíamos haciéndolo, pero ya no era tanto la lujuria y la pasión como al principio, ahora era tan cariñoso, tan lleno de amor y de casualidad mi mirada se encontró con la suya.

Sonreí y después de mirar su rostro hermoso, todo se nubló y comenzó a darme vueltas. Mi vista visualizaba solo obscuridad. Mi cuerpo dejó de reaccionar y ya no sentía nada. Escuchaba una tenue voz que me llamaba desesperadamente y no definí el tiempo, solo parpadeé y volví a verlo. Una lágrima corrió por mi mejilla, hasta desaparecer detrás de mi oreja. No me había sentido tan más feliz en mi vida- ¿_______? ¿Estás bien? ¿_______? –Lo principal que hice fue abrazarlo fuertemente. Él respondió de la misma manera y escuché un leve sollozo- No vuelvas a asustarme así preciosa –No, claro que no. Pensé

Desperté abriendo poco a poco los ojos. La luz del sol entraba en la habitación dándome la bienvenida a un nuevo día. Mi espalda dolía horrorosamente, al parecer había dormido demasiado. Miré el reloj. 2:47 p.m., por Dios, era tardísimo. Me paré bruscamente de la cama, pero recordé lo sucedido en la noche, no traía ropa. Para mi sorpresa, sí la traía. Todo estaba como antes, como si no hubiera pasado absolutamente nada. No había sido un sueño, no podía haberlo sido.

Me dirigí hacia el baño. Miré a la chica que me miraba sorprendida en el espejo. Estaba echa un desastre. Tomé una pequeña liga azul que estaba encima del lavabo. Recogí mi cabello rápidamente en una coleta, tomé mi cepillo de dientes, unté pasta en él y comencé a cepillar mis dientes. Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo. Tal y como me explicó Nicholas. Incliné mi cuerpo hacia adelante para mojar mi cara un poco, tomé una toalla pequeña y me sequé por completo el rostro. Miré de nuevo hacia el espejo y me encontré con Andy mirándome, recargado en el marco de la pared. Sonreí y me volví hacia él.


-¿Qué miras? –Pregunté con tono divertido-.


-Siempre me encantó tu imagen mañanera –Soltó una risita y negó con la cabeza- ¿Estás bien? –Su mirada reflejaba signos de culpabilidad. ¡Demonios! Era lo que no quería que pasara-.


-Lo estoy –Contesté rápidamente. No quería que se arrepintiera, era lo mejor que me había pasado en toda mi vida, y él pensaba que lo había arruinado todo. Tal vez, solo lo preguntaba por lo del embarazo, solo tal vez…-.


-Ven aquí –Movió su cabeza a un lado, invitándome a ir junto a él. Un mar de lágrimas desbordaron de mis ojos. Lo abracé fuertemente y él lo hizo también. Posó su cabeza encima de la mía. Mientras acariciaba mi gran coleta castaña. Solo caían y caían lágrimas de mis ojos. Solo tal vez…- No, deja de pensar esas cosas ______ -Me regañó- Sabes que eso no es cierto, me encantó, al igual o más que a ti. Ni siquiera te imaginas lo que se me pasó por la mente cuando… -Se detuvo unos cuantos segundos. Sabía a lo que se refería- Ni te lo imaginas. No sabes cuánto es el amor que te tengo _______. Te amo.

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